Tras el revuelo que supuso el famoso experimento de Stanley Milgram sobre la obediencia muchos investigadores se lanzaron a realizar versiones. De todas estas “copias” iba a destacar una que tuvo lugar en 1972 bajo la siguiente premisa: ¿hasta donde serĂas capaz de obedecer con un cachorro de perro sufriendo?
Cuando hablamos del experimento de Milgram nos referimos a una serie de pruebas de psicologĂa social que llevĂ³ a cabo el psicĂ³logo en la Universidad de Yale. El fin de la prueba era medir la disposiciĂ³n de un participante a la hora de obedecer las Ă³rdenes de una autoridad aun cuando Ă©stas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.
Cuando Milgram publicĂ³ en 1963 los resultados de sus experimentos la comunidad cientĂfica se dividiĂ³ en dos grandes grupos. Muchos investigadores encontraban la investigaciĂ³n del psicĂ³logo difĂcil de creer. ¿De verdad podrĂan estar los sujetos tan fĂ¡cilmente manipulados?
En estos casos estaban seguros de que Milgram habĂa cometido algĂºn error. Los investigadores llevaron a cabo numerosos estudios paralelos sobre su trabajo buscando la manera de darle la vuelta a los resultados de manera que estuvieran acordes a sus expectativas.
Y como decĂamos, de entre estos un experimento iba a destacar por la elecciĂ³n de la vĂctima. El llevado a cabo por Charles Sheridan y Richard King en 1972.
Golpea al cachorro
King y Sheridan teorizaron que los sujetos de Milgram sospechaban que la vĂctima era falsa. Esto explicarĂa su notable obediencia y por tanto sĂ³lo estarĂan jugando. ¿QuĂ© hicieron? Para probar esta posibilidad decidieron repetir el experimento de Milgram usando una vĂctima real que sorprendiera.
De esta forma los experimentadores colocaron al animal dentro de una caja que tenĂa un suelo con rejillas de choque. El interior de la caja contenĂa una luz de señal. Los sujetos, todos voluntarios de un curso de psicologĂa, fueron informados de que el cachorro estaba siendo entrenado para distinguir entre un parpadeo y una luz constante.
Obviamente no podĂan utilizar un humano para este propĂ³sito, asĂ que utilizaron el siguiente ser vivo en la escala de valores del hombre: un adorable cachorro
El perro tenĂa que estar de pie a la derecha o a la izquierda dependiendo de la señal de la luz. Si el animal no se colocaba en el lugar correcto los sujetos tenĂan que presionar un interruptor que le daba pequeños choques de electricidad. Y como en el experimento de Milgram, el nivel de choque aumentaba quince voltios por cada respuesta equivocada.
Los humanos no podĂan ver la luz desde donde estaban, tan sĂ³lo podĂan ver la posiciĂ³n del cachorro y podĂan juzgar sus respuestas basadas en un grĂ¡fico que se les dio.
Sheridan y King enfatizaron la importancia de esta investigaciĂ³n afirmando que estaban tratando de medir la “frecuencia crĂtica en los cachorros”, ademĂ¡s le aseguraron a los voluntarios que recibirĂan un dinero. ¿QuĂ© ocurriĂ³?
El experimento comenzĂ³ e inmediatamente el cachorro obtuvo varias respuestas equivocadas. De hecho no habĂa una sola respuesta correcta para el animal. No habĂa correlaciĂ³n entre la señal luminosa y la hoja de respuestas que se habĂa proporcionado a los estudiantes. Desde el punto de vista del cachorro aquello era una pesadilla.
Cuando el voltaje del experimento aumentĂ³ el cachorro comenzĂ³ a ladrar tĂmidamente para luego hacerlo con mayor fuerza. Luego saltaba, se movĂa violentamente de un lado a otro de la caja y finalmente aullaba de dolor con las pocas energĂas que le quedaban.
Los voluntarios estaban horrorizados, comenzaron a pasearse de un lado a otro de la habitaciĂ³n, inquietos, manteniendo la respiraciĂ³n por aquel pobre animal y finalmente haciendo gestos con las manos para intentar ayudar al cachorro hacia donde debĂa ir en cada caso. LlegĂ³ un momento en el que se pudo apreciar que algunos de ellos comenzaron a llorar del estrĂ©s de la situaciĂ³n.
Sin embargo, la mayorĂa de ellos, 20 de los 26 que formaron parte de aquel experimento, siguieron presionando el botĂ³n de choque hasta llegar al voltaje mĂ¡ximo. El resultado, al contrario de lo que creyeron, habĂa validado los resultados de Milgram.
En la redacciĂ³n final del estudio los experimentadores quisieron aclarar que los choques estaban limitados en amperaje y que no causaron daño fĂsico permanente al cachorro. Obviamente pasaron por alto el daño psicolĂ³gico. Aunque nunca mĂ¡s se supo de aquel pequeño cachorro, si por alguna casualidad la criatura se sacudĂa de terror cuando llegaba a un semĂ¡foro, creo que todos tenemos clara la razĂ³n.
Con informaciĂ³n de: Gizmodo