El número de septiembre de la edición británica de Esquire lleva a Cara Delevingne en portada y una entrevista llena de confidencias entre sus páginas.
Que la modelo y actriz ha tenido problemas mentales no es ningún secreto. No es la primera vez que Delevingne habla públicamente sobre su depresión pero nunca, hasta ahora, lo había hecho de forma tan honesta y descarnada.
Esquire la ha denominado “el rostro de su generación” y, aunque ella misma reconoce que haberse comprado una casa a los 23 años no es muy representativo de la misma, sí que ha demostrado con creces ser la digna sucesora de Kate Moss.
Quería dejar de existir, quería que cada molécula de mi cuerpo se desintegrara
Igual que ahora, cuando echamos la vista atrás y pensamos en los noventa vemos la cara angulosa de Moss, cuando pensemos en los años diez del siglo XXI veremos a Cara poniendo alguna mueca digna de un emoji.
Como Moss, ella llegó al mundo de la moda para cambiar el paradigma de cómo se supone que tiene que ser una modelo. En ese sentido, Cara ha traído consigo a la modelo que destaca más por su personalidad que por su físico.
Sin embargo, aunque su naturalidad y actitud divertida es lo que hizo que, en su momento, todos los ojos se posaran en ella, Cara también conoce las zonas oscuras de la vida. Habla de ello, además, sin melodramas, como quién sabe que podría pasarle a cualquiera.
“Creo que todo empezó a los 16 años, cuando entendí lo que pasaba en mi familia. Se me da muy bien reprimir mis sentimientos y que parezca que estoy bien. De pequeña pensaba que yo tenía que ser fuerte porque mi madre no lo era así que, cuando entré en la adolescencia y aparecieron todas esas hormonas y la presión por sacar buenas notas (por mis padres, no por mí). Tuve una crisis nerviosa”.
“No podía soportarlo más. Me daba cuenta de la suerte que tenía y de lo privilegiada que era pero solo quería morirme. Me sentía tan culpable por ello que me odiaba a mí misma y entré en un circulo vicioso. Quería dejar de existir, quería que cada molécula de mi cuerpo se desintegrara”.
Tanto es así que Cara empezó a golpearse contra superficies sólidas para perder el conocimiento. Corría hasta el bosque, se fumaba un paquete de cigarrillos y entonces se golpeaba la cabeza contra un árbol.
En aquella época también se rascaba las piernas hasta que sangraba. Algo que, en cierto modo, sigue sufriendo a día de hoy. Actualmente, a Cara le salen brotes de psoriasis nerviosa en la frente, los brazos y las piernas que le resulta muy difícil evitar rascarse. Una enfermedad que sufre desde que empezó a petarlo como modelo en 2012.
Me rascaba las piernas hasta que sangraba
“Ahora la tengo muy mal. Nunca me había pasado hasta que empecé a trabajar mucho y, probablemente, a no cuidarme lo suficiente. La piel se me puso fatal. Mi cuerpo me estaba pidiendo que parara”.
Era su punto álgido como modelo, cuando se miraba al espejo, odiaba a la persona que veía. Nunca había deseado tanto estar fuera de su cuerpo. Se miraba en el espejo y la psoriasis hacía que se diera asco a sí misma. Sin embargo, ahora ha acabado aceptándola como parte de ella misma.
Cara siempre ha estado muy unida a su madre Pandora. Perteneciente a la alta sociedad de nacimiento, Pandora está diagnosticada como maniaco-depresiva, y ha pasado gran parte de su vida adulta luchado contra una adicción a la heroína y a las drogas prescritas. Delevingne creció, por tanto, junto a una madre que pasaba largas temporadas hospitalizada o indispuesta para poder cuidarla.
“Mi madre se siente muy culpable pero ha sido una madre increíble. Siempre tuvo mucho amor y cuando era pequeña yo me sentía su confidente. Sentía que la entendía y sabía cómo se sentía y por qué.
Ahora que, prácticamente, Cara Delevingne ha conseguido todo a lo que alguien puede aspirar profesionalmente, además de encontrar el amor verdadero y aceptar los estados depresivos como algo que puede ir y venir a lo largo de su vida, lo único que desea es poder sentirse bien, satisfecha y completa.
“En el pasado, solía pensar que si me salía trabajo como modelo sería feliz. Entonces conseguía el trabajo de modelo y seguía sin ser feliz. Vale, pues cuando consiga un papel en una película, me decía. Pero conseguía el papel en la película y seguía sin ser feliz. Buscaba constantemente la felicidad fuera de mí y eso no funciona. Era como si mi felicidad tuviera que depender de cuánto trabajara y ese es un camino que no lleva a ninguna parte porque la felicidad no tiene nada que ver con eso”.
Fuente: PlayGround